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La danza como espacio ante la emergencia del alma, Brotar pieza escénica de danza butoh.

  • Foto del escritor: Idearte Oaxaca
    Idearte Oaxaca
  • 10 abr
  • 5 Min. de lectura

Por: Abigail Sánchez Cué 


Hay muchas formas de entrar y muchas formas de salir. 

Pero lo que no cambia es que todos acaban saliendo. 

Unos se fueron en busca de nuevas posibilidades, 

otros por ahorrar tiempo.

Otros murieron. 

No ha quedado nadie.

Dance, dance, dance. Haruki Murakami


Pocas veces he escrito sobre danza y ante todo reconozco el reto que ello implica. Si encima de pensar que éste busca ser algo así como un texto crítico sobre una pieza de danza, le sumamos que estamos hablando de escribir sobre danza butoh, entonces antes que cualquier cosa, me siento pequeña frente al reto. 


En la década de 1950 el ser humano constató su máxima capacidad de autodestrucción masiva. Ya creíamos que los crímenes atroces ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial habían sido suficiente para aprender la lección, sobre cómo la inteligencia humana se podía poner al servicio de lo más perverso jamás imaginado; sin embargo la bomba atómica nos dejó aún más clara la forma de lo malvado. Ésta llegó gracias a presupuestos millonarios del bloque de los Aliados. Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, la URSS entre otros países se organizaban para enseñarnos cómo es que un botón podría acabar con miles de vidas en tan solo unos segundos, y así finalmente detener el magno conflicto. 


Estados Unidos fue el país elegido para el desarrollo de monumental esfuerzo de inteligencia y perversidad humana, donde la física, la química, la aviación, la estrategia y la determinación se ponían a trabajar en pos de eso, que finalmente acabaría con la gran guerra en curso. Una guerra que por solo mencionarlo para el año 1944, ya se había llevado de largo la vida de más de 50 millones de personas. 


Harry S. Truman presidente de los Estados Unidos durante ese tiempo, ordenó la ejecución de dos bombas nucleares sobre el territorio japonés de Nagasaki e Hiroshima, mismas que habían sido diseñadas por un grupo de expertos entre ellos el famoso Robert Oppenheimer,  quien trabajando al servicio del gobierno, buscaba con su creación dar el golpe y la advertencia más dura jamás imaginada al bloque contrario. Las potencias del Eje, donde países fascistas como Italia, Alemania y Japón llevaban ya cinco años en una alianza mortuoria, no se esperaron jamás la explosión de las bombas atómicas que entre el 6 y el 9 de agosto de 1945, se llevaron consigo la vida de alrededor de 250,000 personas en pocos segundos. Sin hablar de toda la cantidad de heridos, enfermos y afectados que derivaron de dichas explosiones. Y sí, después de eso paró la guerra.


Ahora… ¿Cómo se conecta todo esto con el motivo de este texto, escribir sobre una pieza de danza?


En el momento mismo en que cierro los ojos y recuerdo lo que miré esa noche por segunda vez en el Foro La Locomotora de la Ciudad de Oaxaca en México, ante una propuesta de un tipo de danza llamado butoh. Cuando recuerdo la apasionante historia que hay detrás de este género, estilo, manifiesto del movimiento o cómo queramos llamarle, y cuándo sé que eso me hace vibrar profundo aquellas emergencias del alma. 


La danza butoh es sin duda, una respuesta contra la barbarie. Es un estilo de danza que surge principalmente en Japón en la década de los años 50 como una respuesta desde el cuerpo, desde el movimiento a las atrocidades que dejó detrás el bombardeo nuclear, fuerte y presente en la historia contemporánea de aquel país. 


Con movimientos lentos, repetitivos, fugaces, intensos, silenciosos y constantes; así como con gestos amplios, grotescos y expresivos, algo que la danza no estaba acostumbrada a hacer. La danza butoh juega todo el tiempo en contra del entendimiento lineal del ser humano. Puedo imaginarme que ante algo tan atroz como una bomba atómica, lo que nos queda pensar cómo seres humanos es buscar formas para expresar eso que no tiene palabras. Eso que en pocos segundos y de manera inesperada nos puede llevar del punto al A al punto Z, sin siquiera entender cómo acabamos aquí.


“No es fácil ver un espectáculo de danza butoh”, escucho a asistentes decir al contemplar la pieza, sin embargo también escucho un: “quedé perpleja, tocada, impactada.” Me atrevo a decir que es así como Brotar, pieza escénica de danza butoh hecha y cocinada en Oaxaca, logra sin mucha elaboración dejarnos pensando, sintiendo y reflexionando profundo. 


La bailarina, creadora escénica, actriz y directora Getse Zato de la mano de Juan Pablo Miranda, intérprete, escritor y poeta, ejecutan una pieza de danza butoh sencilla, puntual y contundente. En una ejercicio de dramaturgia por adaptar y jugar con textos de Esther Seligson, Pascal Quignard y Chantal Maillard; así como con la interpretación musical de Rodolfo Hernández quien transforma un violonchelo en un instrumento multifacético, Brotar termina por cohesionarse como una pieza única en su tipo.


La danza es el pretexto para que la fuerza del sentir humano salga a flote. La danza muchas veces es el único de nuestros medios para expresar eso que no sabemos bien qué es, pero que sabemos que ahí está. Y no solo la danza, es también la poesía, pues en esa economía, esos juegos rítmicos y del lenguaje que la conforman, se encuentra también alivio frente a lo inefable. Durante la pieza hay intervenciones en voz de los intérpretes por medio de una grabación donde escuchamos unos textos poéticos de una fuerza insuperable. La música como el tercero de los elementos en escena, termina así por construir esta pieza de altos momentos interpretativos, musicales y dancísticos. 


¿Qué tiene que hacer entonces la danza butoh en Oaxaca en el año 2025? Me atrevo a decir que mi respuesta es: todo. Tiene mucho que enseñarnos, que decirnos, que recordarnos sobre cómo no necesitamos muchas veces más que un cuerpo musical en movimiento para llevarnos a sentir, a pensar, a tocar la poesía con el cuerpo. A imaginar cómo narramos desde otras lógicas, cómo tomamos prestado el legado japonés de la danza contemporánea para llevarlo a nuestros cuerpos, a nuestras casas escénicas, a nuestros territorios.. 



Con profundo respeto por el legado que la danza butoh tiene detrás, reconozco que Brotar es una pieza vigente, cercana y lista para ser vista y experimentada por muchos más espectadores en Oaxaca y en México. Espectadores que debemos cada vez más atrevernos a salir de las barreras que la comodidad de los teatros de pronto nos plantea. No es una pieza cómoda, es provocativa e inquietante, pero ahí precisamente y en su comunión con la palabra poética encontramos, dentro del caos aparente, una calma, profunda, profunda. Quizá algo cercano a la muerte, a la suspensión del tiempo para asumirnos en un presente permanente.


Brotar se presentará próximamente en distintos foros de la ciudad de Oaxaca y de México. 


Interpretada por: Getse Zato y Juan Pablo Miranda

Dirección: Getse Zato

Dramaturgia: Getse Zato y Juan Pablo Miranda 

Chelista: Rodolfo Hernández



¡Gracias por leer y ser parte de esta conexión creativa!

 

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